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Nos enfrentamos a un preocupante déficit de confianza. Muchos ciudadanos se sienten inauditos, desconectados, desvinculados de las mismas instituciones destinadas a representarlos. Cada vez más, el marco institucional de la UE se percibe no como un facilitador de sus aspiraciones, sino como un obstáculo. Con demasiada frecuencia, la gente teme que el sistema no esté sirviendo como debería.
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La tramitación de las reclamaciones individuales es la piedra angular de la labor del Defensor del Pueblo. No mero papeleo…
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A medida que evoluciona la gobernanza, una cosa debe seguir siendo cierta: los derechos fundamentales nunca deben pagar el precio del progreso.
Es por eso que, bajo mi mandato, también utilizaré las investigaciones por iniciativa propia no solo de manera reactiva, sino también proactiva y estratégica, para mejorar la transparencia, eliminar las ineficiencias y garantizar la gobernanza ética. Muchos de los desafíos a los que nos enfrentamos no son incidentes aislados. Son cuestiones sistémicas. Y cuando persisten los problemas, el papel del Defensor del Pueblo Europeo es claro: no solo para responder, sino para actuar. Ayudar a las instituciones a reflexionar, mejorar y, cuando sea necesario, reformar.
Pero, por supuesto, nada de esto se puede lograr solo.
Para servir verdaderamente a los ciudadanos, el Defensor del Pueblo también debe forjar asociaciones sólidas, colaborando con los defensores del pueblo nacional, la sociedad civil, el mundo académico y todos aquellos que comparten nuestro compromiso con la justicia y la rendición de cuentas. Esto también refleja la creciente realidad de un espacio común en el que la administración pública, ya sea nacional o europea, es cada vez más una responsabilidad y una preocupación compartidas.
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Luxemburgo, 27 de febrero de 2025
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